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martes, 29 de abril de 2008

Literatura: Fin del idilio

CUENTO

Por Norberto Alvarez Debans
La posibilidad existe, pero hay que proceder con cuidado. Sobretodo si el frasco que la contiene es de boca ancha. ¡La miel es tan diferente! Es sublime, pero tan pegajosa, muy pegajosa. La mermelada es distinta, es dulce, es cierto, pero la produce una máquina en alguna fábrica, con esa frialdad sin connotaciones, propias de un tornillo o una herramienta. La miel es tan diferente. La fabrican las abejitas. Esos abnegados insectos explotados por el hombre, aunque la palabra insecto suena a mosca, mejor decirles animalitos, como a un gatito o un perro. Animalito es más efectivo, más familiar.
Pero; ¡cuidado!, ellas también tienen su carácter, por ahí se enojan y vienen dotadas de un exocet, que se lo mandan a guardar al apicultor más avezado -aunque revienten en el intento. Una suerte de kamikaze pegajoso. Pero así y todo me gustan igual, porque son tan dulces y amargas como la vida -el aguijón es el amargo...

Y la cucharita se fue nomás, adentro del frasco. Tanto cuidado, tantas divagaciones intrascendentes, y al final el temido baño pegajoso. No tengo otro remedio que sacarla, para lo cual es aconsejable usar otra cucharita a modo de caña de pescar y socorrer la accidentada. ¡Claro!, en el intento siempre algo se pierde. Es inevitable que la mano izquierda se pegotee toda con el frasco (ya de por sí, chorreado y pegajoso) y la derecha, ni te cuento cuando tomas la cucharita ahogada en la miel. Así es como con las manos pegajosas trato de sacar una tostada y se pegotea la tostadora y la cucharita bañada de miel sigue chorreando el producto de las abejitas. ¡Ya sé!, la coloco sobre el plato del pocillo, sin poder evitar ensuciar el asa del pequeño recipiente, que tomado entre los dedos da la sensación de tener poximit como si no fuera a desprenderse jamás, y ahora el platito se llena del líquido ámbar viscoso que se desprende interminable de la cucharita recién bañada, perfumada de azahares, (según certifica la etiqueta), y va cubriendo de brillo los dibujos del platito, como un barniz.

Con los diez dedos entremezclados en el repasador, trato de limpiarme las manos, pero lo pegoteo todo y sólo consigo desparramarla como una gran crema para manos, como si fuera la diadermina de las abejas. Con las manos ahora sucias en forma pareja, es decir; con un pegote general, tomo la tostada, (la frase suena a política), e intento con la cucharita más limpia sacar un poco de miel del frasco de boca ancha y con cuidada artesanía pinto la tostada. Al intentar el bocado, no vi una gota que subrepticiamente se descolgaba por un agujerito de la tostada y estirándose lánguidamente, como bolita perlada de rocío, se desliza contenta cuesta abajo sobre mi corbata, escapando a mi hambre.
¡Abejas de mierda!, porque no se actualizan y hacen miel menos pegajosa. ¡Vieeejaaa!, compra mermelada para el desayuno. No traigas más esta porquería.

Copyryght Norberto Alvarez Debans